¡Vaya caprichos tiene el calendario! Mientras todavía estamos asimilando la noticia de que Donald Trump rechaza el acuerdo climático de París, hoy celebramos el Día Mundial del Medio Ambiente.
Una jornada para reflexionar sobre la ingente cantidad de desperdicios -papeles, plásticos, envases, aluminio, aceites- que generamos en nuestros hogares y que -para una familia del tercer mundo– sería casi un tesoro. Lo que darían por poder acceder a la décima parte del “Producto Interior Bruto” que posee tanto envoltorio (la mayoría de las veces innecesario).
Al hilo de esto, las charlas que para conmemorar la fecha proliferan en los centros educativos, conciencian adecuadamente a los más pequeños sobre la urgencia de un cambio en el estilo de vida. Sin embargo, a la mayoría de los padres les sigue sonando a chino… a muchos incluso les parecen inútiles e inconsecuentes.
Para nosotros, es evidente que las charlas no bastan. Las palabras se las lleva el viento. Necesitamos ejemplos, compromisos y acciones que demuestren nuestro deseo de revertir la situación.
¡Pongamos en la misma bolsa la manzana, la pera, el plátano! ¡Sí, por favor! Y dejemos de “envainarnos” unos guantes para no contaminar una fruta que en realidad está impregnada de sustancias antinaturales que la conservan eternamente. Para empezar, por ejemplo.
Reducir, reutilizar y reciclar… esa es la cuestión. Y muy feliz día, Mundo.