COMPRO ORO.
Durante gran parte del tiempo que dura nuestra infancia, sobre todo durante la adolescencia, el sistema capitalista nos prepara para que la competitividad forme parte permanente en nuestra corta o larga vida.
El éxito del individuo está vinculado casi siempre a su poder económico, o en su defecto, a la frecuencia de exposición en la “caja tonta” o ya en este siglo XXI en las redes sociales.
En demasiados momentos de la vida, tenemos la obligación de someternos a la encomiable tarea de generar, generar y generar dinero de manera permanente, la mayoría para el consumo constante de necesidades impostadas, otras para el ahorro sistemático que, en un futuro, nos permitirá satisfacer el voraz apetito de posesión.
Traspasado ese periodo de ofuscación y esfuerzo en conseguir el ansiado e irreal “estatus social”, uno de repente siente que despierta, cree ser más listo que el resto de los mortales y bajo el influjo de la ya caducada rebeldía y la transgresión adolescente, decide comenzar a cambiar el rumbo de su existencia y descubre que, El tiempo también se compra
¡Ah… Si fuese tan sencillo! Una vez pasados los primeros momentos de novedad, disfrutando ese tiempo adquirido para uno, de esos días plenos de reflexión y conocimiento interior, de repente un pequeño o gran imprevisto económico hace saltar por los aires nuestro actual “modus operandi”.
La lucha por no flaquear, por no sentir nostalgia de tiempos económicamente mejores empieza a acosarnos, pero debemos mantenernos firmes, es lo que deseábamos antaño y lo que poseemos hoy.
Seamos fuertes, no le demos al capital el gusto de absorbernos, es verdad que es difícil, que se complica, pero aguantemos la embestida con dignidad, reafirmemos esa decisión tomada en el pasado. Al fin y al cabo ni la ciencia sabe el valor del tiempo.
¿Será que estamos en posesión de la razón y somos los nuevos ricos?